De críos, cuando no teníamos campos pero si gallinas, una de las primeras obligaciones veraniegas era ir a "respigar". Tan sencillo como pasar por aquellos campos que habían sido segados o, más tarde, cosechados, para hacernos con las espigas de trigo que los hombres o las máquinas dejaban. Con el "fajo" debajo del brazo, ya eramos libres para disfrutar del resto de la jornada. No recuerdo que ninguna como la del dibujo nos ayudara.
Aun estarías respigando
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